miércoles, noviembre 6, 2024
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Un Cuerpo incorrupto en la Ermita de San Marcos

Como ya hicimos con la historia de aquella presencia que mora en la Ermita del Calvario y que pertenece a Rosalia, la señora que se encargaba de tocar las campanas en dicho lugar sagrado. Hoy os traemos otra historia que en este caso, no es una leyenda, sino que es una historia real que recoge Antonio Luque Cañete en su libro “Carcabuey, Calle a Calle”. Nos referimos a la historia del cuerpo incorrupto del Santo Varón Andrés Peralvo del Águila, fundador de la Escuela de Cristo, bajo la protección de la  Congregación de Nuestra Señora y San Felipe Neri el 16 de Octubre de 1.671.

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Foto: Torre de la Iglesia Ermita de San Marcos.

Al morir el Padre Peralvo, que destacó por llevar una vida humilde y por la formación de los jóvenes, con escuelas masculinas y femeninas, y por la atención a los más necesitados, fue enterrado en las instalaciones de la casa convento contigua a la Ermita de San Marcos. Esta casa constaba de ocho humildes celdas y fue donada a la orden por el mencionado Andrés Peralvo.

Lo más curioso es que su descanso se vio alterado en multitud de ocasiones, ya que una veintena de años tras su muerte en 1.702 se procedió a destapar su sepultura terriza y la sorpresa fue que tanto sus vestiduras exteriores como interiores estaban intactas, a pesar de haber tenido que soportar el paso de los años y la humedad.

Se le dio traslado en ese momento a su cadáver a un nicho en un ataúd sin tapa y cubierto de cal. Tras llegar la noticia de lo acaecido veintiséis años después al Provisor de la abadía, este decide realizar una visita secreta y exhumar los restos del incorrupto Padre Peralvo, que permanece intacto y al que incluso ponen de pie sin que se deshaga, casi un siglo después de su muerte, en el año 1.794 el Teniente de Vicario y el cura del pueblo por aquel entonces vuelven a comprobar que el cuerpo aún permanece intacto.

La historia no acaba aquí ya que al dedicar en 1.834 la autoridad eclesiástica el convento contiguo a la Ermita de San Marcos a hacer las veces de escuela, se decide alojar el cuerpo incorrupto de Andrés Peralvo en un tabique levantado en la sacristía, aunque para la ocasión se le cambian las vestiduras por nuevos ornamentos de los de celebrar misa, y así en la paz de este nuevo destino, permanece hasta el año 1.908 en el que un incendio en la Parroquia de la Asunción, obligó a trasladar el culto hasta San Marcos, lo que hizo necesario una serie de obras para las cuales se pensó en comunicar la sacristía con el sagrario y para ello hubo de ser

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Foto: Campanario de la Iglesia Ermita de San Marcos.

extraído de nuevo el cuerpo del padre Peralvo del hueco en el que yacía hasta ese momento, la nueva exhumación se realizó en Agosto de ese año, a puerta cerrada y con un gran revuelo entre los vecinos. Para la ocasión se le volvieron a cambiar las vestimentas en este caso donadas por la señora Doña Águeda de la Cámara Osorio, y  que pertenecieron a sus difuntos hermanos Don Martín y Don Atanasio.

Quedó entonces el incorrupto cuerpo del santo varón alojado bajo la mesa del Santo Sepulcro, situado en la primera capilla a la izquierda conforme se accede a la Iglesia, aunque de nuevo un derrumbe del tejado del Templo obliga a instalar durante las obras del mismo el cuerpo incorrupto en la sacristía, desde este momento pasa a formar parte de la familia que vivía en ella y el piso superior, para sorpresa de sus hijos que nunca olvidarán esa presencia tan inusual, y al que como anécdota un tal Balín incluso llegó a robar los zapatos. Reprendido por el cura, este pillastre tuvo que devolver los zapatos a su dueño, y al intentar hacer un favor al difunto enderezándole la cabeza llegó a troncharle el cuello.

Tras muchas idas y venidas, años después fueron acabadas las obras  de la techumbre del Templo de San Marcos y por fin los restos del todavía incorrupto Andrés Peralvo fueron finalmente colocados para esperemos, esta vez sí, disfrutar de su eterno descanso bajo la losa del altar mayor de dicha Iglesia en la que hasta día de hoy yacen, eso sí, con la cabeza tronchada.

 

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